Bastó tocar el suelo de aquel lugar para que miles de cajones cerrados en mi cabeza explotaran de súbito liberando recuerdos al viento.
Oí voces, de esas que oyes cuando todos hablan y tu sólo observas, fue entonces cuando descubrí que mi cerebro era capaz de almacenar más que imágenes casi fotográficas.
No entiendo (y creo que no entenderé) como una pelota puede rodar tanto sin detenerse, sin acabar con aquello que nadie quiere que siga, ¿Para que seguir rodando? ¿por qué el suelo no es capaz de detenerla?.
Tardamos en bajar donde desde niña iba, ahí donde habitualmente todos lo veranos pedía a mis padres desesperadamente mi sorpresita de cien pesos. Pero eso no fue lo primero que recordé al llegar ahí. Un abrazo más bien sordo e irresponsable me rodeo de inmediato, en realidad ni siquiera dudé en ir corriendo a comprar churros, no me importaba mucho lo frío que pudiesen estar o el dolor de estómago que quizás provocarían, yo sólo quería sentirme en la calidez de aquella vez.
Reí silenciosamente cuando el rompeolas se hizo presente con la fuerza de siempre, el sabor a agua salada (con quizás que desechos), invadieron mis papilas gustativas que aquella vez soltaron tantas risas y una que otra lágrima...
Aún así, luego de todos esos recuerdos podría apostar que para ellos sólo es pasado, por qué desgastarme en hacer todo eso casi real si ni siquiera han sido capaces de invitarme a su graduación...
Aún sigo pensando que me estafaron u_u